Silvia es una mujer 42 años, hace varios meses comenzó las múltiples citas con profesionales de la salud debido a la presencia de taquicardias y sensaciones de adormecimiento en sus manos. Cada vez que iba a una cita se ponía muy nerviosa, perdía el apetito y hasta dejaba de dormir. Sentía tanto miedo que comenzó a presentar ataques de ansiedad frecuentemente.
Gabriel es un joven de 28 años que labora en una empresa de finanzas. Lo acaban de ascender y su nuevo puesto implica una gran carga laboral a la que él no estaba acostumbrado. El trabajo le resulta extenuante, todos los días maneja muy altos niveles de estrés. A las pocas semanas comenzó a padecer de contracturas musculares en la espalda, también de gastritis y colitis.
¿Será que va primero la afectación a nivel físico y después se afecta lo emocional… o es al revés?
Estos casos nos pueden ejemplificar la estrecha relación que existe entre la salud física y la salud mental. No va una antes que la otra, son una sola.
El término “salud” engloba no solo el componente físico, sino también el mental-emocional, el social e incluso el espiritual. Si alguno de esos componentes se ve afectado esto repercutirá en los demás, todos ellos funcionan en conjunto como un sistema. ¿Y cómo podemos comprender la relación específica entre lo físico y lo mental?
Entenderemos por salud mental todo aquello que tenga que ver con nuestros pensamientos y creencias, con nuestras emociones y nuestras conductas. Aunque no siempre nos demos cuenta, las emociones generan cambios en nuestro cuerpo.
Cuando estamos alegres nuestro cuerpo aumenta la circulación sanguínea, genera la liberación de endorfinas y reduce la sensación de dolor. Cuando nos enojamos se eleva la frecuencia cardíaca, aumenta la temperatura corporal y los músculos de las extremidades se tensan. Cuando sentimos temor nuestro cerebro pasa a estar en alerta, se aumentan los niveles de azúcar en sangre y se detienen las funciones del cuerpo no esenciales como la digestión, por eso algunas personas describen cosas como “el miedo me cierra el estómago”.
Cuando existen dificultades a nivel mental muchas de las reacciones que se producen en el cuerpo por las emociones se mantienen por un tiempo prolongado. Aunado a esto es importante señalar que una salud mental deteriorada puede llevar a la persona a desarrollar estilos de vida poco saludables, como una mala alimentación, malos hábitos de sueño, consumo de sustancias, poca actividad física, etc.
Por lo que altos niveles de síntomas ansiosos o depresivos pueden generar un desgaste en el sistema cardíaco, dificultades en la digestión, declive en el sistema inmune, entre otros. Se ha evidenciado entonces que el deterioro en la salud mental es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades como cardiopatías, diabetes tipo 2, infecciones, enfermedades inflamatorias y demás patologías.
Cuando se presentan problemas a nivel físico la relación es similar. Es normal que cuando hay un problema en nuestro cuerpo tendamos a asustarnos, a sentirnos nerviosos y hasta que lleguemos a pensar “lo peor”. Se conoce que las personas con enfermedades crónicas tienen un mayor riesgo de depresión y de otros problemas como trastorno de ansiedad, situaciones que si no se manejan adecuadamente pueden generar que el pronóstico de la enfermedad sea más difícil de sobrellevar.
Lejos de percibir esto como una mala noticia, recordemos que el saberlo puede resultar muy beneficioso. Enfocarnos en cuidar nuestra salud mental no solo puede llegar a llenarnos de serenidad y paz, también nos ayudará a cuidar nuestro cuerpo y a evitar complicaciones físicas.
Una sana salud mental no es aquella en la que no exista malestar, el malestar y el sufrimiento son parte de la vida; sino aquella que, a pesar de experimentar ese sufrimiento, es capaz de experimentar sensaciones agradables, manejar las emociones sabiamente y tomar decisiones en pro del bienestar.
Una persona que cuida sus hábitos, que se preocupa por cuidar su cuerpo y que se chequea periódicamente, está procurando también el fortalecimiento de su salud mental.
Para poder analizar qué tanto podemos estar cuidando nuestra salud física y mental, es importante que identifiquemos si poseemos algunos factores de riesgo que puedan generarnos vulnerabilidad, así como que reconozcamos cuáles factores protectores pueden ser de ayuda para cuidarnos.
Factores de riesgo para complicaciones en salud física o mental:
-Desórdenes alimenticios
-Consumo de sustancias como el alcohol, el cigarro u otras drogas.
-Aislamiento social.
-Experiencias de vida traumantes.
-Antecedentes familiares de enfermedades.
-Tener dolores o molestias inexplicables.
-Sensación de vacío y/o desesperanza.
-Cambios de humor severos que causen problemas en las relaciones con otras personas.
Factores protectores de salud física y mental:
-Procurar una sana alimentación.
-Dormir una adecuada cantidad de horas.
-Buenas relaciones con seres queridos
-Realización de ejercicio físico
-Práctica de meditación, técnicas de relajación y agradecimiento.
-Sana autoestima
Recordemos que la salud, en cualquiera de sus componentes, siempre estará en construcción. Somos responsables por cuidarnos y por trabajar en todas aquellas cosas que nos pueden ayudar a estar mejor.
A veces sabremos cómo manejar ciertas situaciones, otras veces nos costará más y puede ser que necesitemos ayuda, pero para eso estamos los profesionales de la salud, para caminar juntos en el proceso.
En la medida en que comprendamos que lo físico, lo mental, lo social y lo espiritual van de la mano, avanzaremos enormemente en la prevención y el tratamiento de muchas enfermedades, así como también seremos capaces de vivir una vida llena de calidad, sentido y experiencias valiosas.